Bajé al valle y llegué ante las puertas de Jericó, bajo las murallas, un día derribadas, que los cananeos habían vuelto a erigir.
—Abridme —dije —, pues he fatigado los caminos y quisiera pasar la noche al abrigo de vuestros muros.
— ¡Vete, pordiosero! —me respondieron entre risas y burlas los guardianes desde la muralla —En esta ciudad tenemos ya muchos mendigos.
—No soy mendigo, sino músico —contesté.
Los soldados enmudecieron, y sus semblantes se llenaron de pavor y de consternación cuando desenvolví la trompeta.
Que bueno 🙂
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Muchas gracias, Juanma, creo que no es de los que más gustan, pero para mí es uno de mis favoritos. un abrazo.
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